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sábado, 14 de abril de 2012

Reconduce a la unidad lo que está dividido


El viernes 13 de abril por la tarde en Alemania, el Cardenal Marc Ouellet, Prefecto de la Congregación para los Obispos, y Enviado Especial del Santo Padre a la celebración de apertura de la peregrinación a la “Túnica Santa”, leyó el mensaje del Papa dirigido a su Reverendo Hermano Mons. Stephan Ackermann, Obispo de Tréveris, con motivo del V centenario de la ostensión pública de esta “Túnica Santa”.

Se trata de una reliquia que se conserva en la catedral de San Pedro de Tréveris, y que consiste en un trozo de tela que se considera que pertenecía a la túnica que vestía Cristo antes de su crucifixión y que, según el Evangelio de San Juan, los soldados romanos encargados de la vigilancia del patíbulo se disputaron, jugándosela a suerte.

Benedicto XVI recuerda en su mensaje –escrito el pasado 6 de abril, Viernes Santo– que la primera aparición pública de esta reliquia tuvo lugar hace quinientos años, por obra del Arzobispo Richard von Greiffenklau, según el deseo del Emperador Maximiliano I en el momento de la inauguración del altar mayor de la catedral de San Pedro de Tréveris.

El Papa afirma que de este modo, en esta ocasión especial, ha querido hacerse peregrino también en él, a través del pensamiento, para estar presente en esa antigua y venerable ciudad episcopal, para unirse a la fila de los fieles que, en las próximas semanas, participarán en la peregrinación a la “Túnica Santa”. Por esta razón, el Obispo de Roma extiende su pensamiento a los hermanos en el servicio episcopal allí presentes, junto a los sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas, así como a todos los que se reunieron para la apertura de esta peregrinación, asegurándoles la cercanía fraterna del Sucesor de Pedro.

El Santo Padre recuerda asimismo que desde la primera ostensión, en el año 1512, la “Túnica Santa” atrae a los fieles, porque esta reliquia “hace presente los momentos dramáticos de la vida terrenal de Jesús, es decir, su muerte en la cruz”. Y añade que el hecho de que los soldados se hayan dividido los vestidos del Crucificado podría parecer sólo un episodio marginal, al que aluden los Evangelios sinópticos sólo de paso. Sin embargo, Benedicto XVI escribe que el Evangelista Juan desarrolla este episodio con cierta solemnidad. Es el único que habla de la túnica, que “era sin costura, tejida de una pieza de arriba abajo” (19, 23). De este modo –prosigue el Papa– “nos hace explícito el episodio” y nos ayuda, gracias a la reliquia, “a ver con fe el Misterio de la salvación”.

Juan nos dice que la túnica era de “una sola pieza”. Los soldados, que según la usanza romana, se dividen como un botín las pobres cosas del Crucificado, no quieren arrancar la túnica. Sino que se la juegan a suerte y, de este modo, permanece entera. El Papa explica que los Padres de la Iglesia ven en este pasaje “la unidad de la Iglesia”; porque está fundada “como única e indivisa comunidad del amor de Cristo”. Y “la Túnica Santa desea hacérnoslo visible”.

El Santo Padre también considera que “el amor del Salvador une lo que está dividido. La Iglesia es la unidad de muchos. Cristo no desea abolir la pluralidad de los hombres, pero la enlaza junto al ser, en que los cristianos, unos por otros y con los demás llegan a ser, en su misma diversidad, mediadores hacia Dios.

En cuanto al hecho que refiere que la túnica de Cristo está “tejida de una pieza de arriba abajo” (Jn 19, 23), el Papa explica que también ésta es una imagen de la Iglesia, que vive “no gracias a sus propias fuerzas, sino por la acción de Dios”. Y añade que “como única e indivisa comunidad, ella es obra de Dios y no el producto de los hombres o de sus capacidades. La Túnica Santa quiere ser, al mismo tiempo, una admonición a la Iglesia para que permanezca fiel a sus orígenes, se vuelva consciente de que su unidad, su consenso, su eficacia, su testimonio, que es, finalmente una obra de lo alto, sólo pueden ser un don de Dios”. Y agrega que cuando Pedro confiesa: “Tú eres Cristo” (Cfr. Mt 16, 16), recibe el poder de atar y desatar, por tanto el servicio a favor de la unidad de la Iglesia.

Para concluir, el Papa escribe que la “Túnica Santa” no es una toga, un vestido elegante que expresa un papel social. Sino que se trata de una prenda modesta, que sirve para cubrir y proteger a quien la viste, custodiando su reserva. Esta vestimenta es el don indiviso del Crucificado a la Iglesia, que Él ha santificado con su sangre. Per esta razón, la “Túnica Santa” recuerda a la Iglesia su dignidad. “Pero con cuánta frecuencia –exclama– vemos en qué recipientes de barro (Cfr. 2 Co 4, 7) llevamos el tesoro que el Señor nos ha encomendado en su Iglesia, y cómo, a causa de nuestro egoísmo, de nuestras debilidades y errores, se hiere la integridad del Cuerpo de Cristo”.

Por eso el Santo Padre afirma que se necesita “una constante disposición a la conversión y a la humildad, para ser discípulos del Señor con amor y con verdad”. Mientras al mismo tiempo, “la particular dignidad e integridad de la Iglesia no puede ser malvendida y abandonada al estruendo de un juicio sumario por parte de la opinión pública”.

Benedicto XVI concluye su mensaje recordando que esta peregrinación jubilar lleva por lema una invocación al Señor: “Reconduce a la unidad lo que está dividido”. De ahí que haga hincapié en que “no queremos permanecer bloqueados en el aislamiento. Queremos pedir al Señor que nos guíe en el camino común de la fe, y hacer nuevamente vivos sus contenidos. De este modo –escribe el Pontífice– creciendo juntos como cristianos en la fe, en la oración, en el testimonio, en medio de las pruebas de nuestro tiempo, podremos confesar su magnificencia y su bondad. Por esta razón el Papa imparte de corazón su bendición apostólica al Obispo de Tréveris y a todas las personas que en estas semanas de fiesta irán en peregrinación a la “Túnica Santa”.

(María Fernanda Bernasconi – RV)

Nombramientos pontificios

En la administración ordinaria de la Iglesia, el Santo Padre nombró hoy Consultores de la Congregación para las Causas de los Santos a Mons. Luis Manuel Cuña Ramos, a los sacerdotes Filippo Urso; Wojciech Giertych; Antonio Escudero Cabello, S.D.B.; Marek Rostkowsi, O.M.I.; Alfonso Amarante, C.SS.R., y a las religiosas Albarosa Ines Bassani, S.V.D.I., y Grazia Loparco, F.M.A.

De la misma manera el Papa nombró Nuncio Apostólico en Azerbaiyán a Mons. Marek Solczyński, Arzobispo titular de Cesarea di Mauritania, Nuncio Apostólico en Georgia y en Armenia. (MFB - RV).
radiovaticana.org

viernes, 13 de abril de 2012

Cardenal Schönborn ratifica a joven gay en consejo parroquial en Viena

El Arzobispo de Viena (Austria), Cardenal Christoph Schönborn ratifició en su cargo del consejo de una parroquia de esta ciudad al joven gay Florian Stangl de 26 años de edad, quien tiene registrada su unión con otro hombre.

La polémica decisión ha recibido el respaldo de varios sectores incluyendo al político y filósofo italiano Rocco Buttiglione, amigo del Papa Juan Pablo II que se hizo mundialmente conocido por ser destituido en la Unión Europea como Comisario de Justicia por defender posiciones de la Doctrina Social de laIglesia.

La elección de Stangl fue revertida inicialmente por el párroco Padre Gerhard Swierzek. Pero luego de reunirse largo rato y rezar con él y con su compañero el fin de semana del 31 de marzo, el Cardenal Schonborn decidió mantener al joven en el puesto para el que fue elegido.

El Austrian Independent informó el 10 de abril que el sacerdote buscó entonces que le asignaran otra parroquia, mientras que un vocero del Cardenal informó que debido a un viaje no iba a hacer ningún comentario al respecto hasta su regreso a Austria.

Sin embargo, en la Misa Crismal del 2 de abril, el Arzobispo de Viena se refirió a los desafíos pastorales de la Iglesia, incluyendo "a las cada vez mayor cantidad de personas que viven en uniones del mismo sexo".

El Purpurado dijo en aquella oportunidad que las enseñanzas de la Iglesia en material de sexualidad son parte del "plan maestro del Creador" en el que "la unión sexual solamente corresponde al orden de la creación cuanto está ligada al matrimonio entre un hombre y una mujer".

El Cardenal afirmó luego que muchos "no viven de acuerdo a ese plan maestro" tal vez porque "no se les ha presentado o enseñado como una posibilidad genuina" o porque "honestamente creen que simplemente son incapaces de seguir el plan maestro de Dios".

Por ello el Purpurado urgió a los sacerdotes a dedicarse nuevamente a comunicar la visión de la Iglesia sobre la sexualidad, a través de una aproximación que "no sea ni rigorista ni laxa, sino en la que la ley sea completamente la del amor".

"Para comprender y vivir el plan maestro del Creador, es importante volver a las normas una y otra vez, pero no es suficiente", precisó.

Para el Cardenal, "hay solo una forma de hacer esto, una forma que los discípulos de Jesús tuvieron la opción de aprender: conociendo mejor a Jesús, creciendo en amistad con Él. Solo una amistad vivida con Jesús puede insertarnos en un mejor entendimiento del corazón del plan maestro del Creador".

Un sacerdote que quiere ser un buen pastor, dijo "se enraíza en estas dos cosas: en la convicción de que el plan maestro de Dios es correcto… y en el amoroso y paciente camino en el que Jesús nos acerca a su amistad".

Sobre la decisión del Cardenal, Rocco Buttiglione, que también es miembro de la Pontificia Academia para las Ciencias, afirmó que "es fácil imaginar que esta decisión será ocasión de polémicas y también de malentendidos. Por ello y por la importancia del asunto, me parece justo tomar posición públicamente".

"Yo defiendo la decisión del Cardenal y digo que me parece que es una inteligente lectura pastoral de la posición de la Iglesia sobre los homosexualesy la homosexualidad. Para entenderla debemos partir de la distinción tradicional entre el que se equivoca y el error. Distinción que vale siempre, para cualquier pecador, para cada homosexual como para los otros, cada uno de nosotros".

En un artículo publicado el 6 de abril en el diario italiano Il Foglio, Buttiglione afirma además que "según la doctrina católica, la homosexualidad es un desorden moral objetivo grave. No me parece que el Cardenal Schönborn niegue esta verdad. El homosexual es un ser humano que Dios quiere salvar y por el cual Jesucristo ha derramado su propia sangre".

Con esta decisión, dice Buttiglione, el Cardenal "dice simplemente que el homosexual es un fiel pecador, uno que lucha por la fe y que necesita ayuda, con un diálogo discreto y amigable, para esta batalla. Ciertamente no puede ser admitido a los sacramentos, pero necesita ser invitado a participar en las funciones religiosas y en la vida de la parroquia".

Si bien la Iglesia Católica debe mantener su enseñanza sobre la homosexualidad, concluye, esta doctrina "no puede estar acompañada de una actitud humana cerrada o de hostilidad hacia los homosexuales. Esa, creo, es la lección que hemos recibido en estos días desde Viena".

Fuente: aciprensa.com

jueves, 12 de abril de 2012

El comienzo del mundo nuevo


Llegado en helicóptero de Castelgandolfo —donde se encuentra desde el domingo por la tarde—, Benedicto XVI dedicó el encuentro semanal con los fieles a la “transformación que la Pascua de Jesús provocó en sus discípulos”. Empezando por la tarde misma del día de la resurrección, cuando el Señor entra en la casa donde están encerrados por miedo a los judíos y les saluda con las palabras: “Paz a vosotros”. Un “saludo común”, como lo define el Pontífice, que en cambio adquiere “un significado nuevo, pues obra un cambio interior; es el saludo pascual, que permite a los discípulos superar cualquier miedo”.

El Resucitado también hoy “entra en nuestras casas y en nuestros corazones, a pesar de que a veces las puertas estén cerradas”, para traer “alegría y paz, vida y esperanza”. Fueron palabras del Papa en la audiencia general del miércoles 11 de abril en la plaza de San Pedro.




La paz se convierte así en “el don que el Resucitado quiere dar a sus amigos”. Y es al mismo tiempo “una misión”, pues —explicó el Papa— “es para ellos, pero también para todos, y los discípulos deberán llevarla a todo el mundo”. No por casualidad Jesús sopla sobre ellos y los regenera con el Espíritu Santo: un gesto que es “el signo de la nueva creación” con el que “da comienzo un mundo nuevo”. De aquí la invitación a anunciar por doquier la novedad de la Pascua, para que “las espinas del pecado que hieren el corazón dejen el lugar a los brotes de la Gracia, de la presencia de Dios y de su amor, que vencen el pecado y la muerte”.


De todo esto tenemos necesidad también hoy —subrayó el Pontífice— “para nuestro renacimiento humano y espiritual”. Y es que sólo Cristo “puede volcar esas piedras sepulcrales que frecuentemente el hombre pone encima de sus propios sentimientos, de sus relaciones, de sus comportamientos; piedras que ratifican la muerte: divisiones, enemistades, rencores, envidias, desconfianzas, indiferencias”. Sólo Él —añadió— “puede dar sentido a la existencia y hacer que reanude el camino quien está cansado y triste, desalentado y carente de esperanza”. Igual que sucedió a los discípulos de Emaús, inflamados “de amor por el Resucitado, que les abrió el corazón a una alegría incontenible”. Tras el encuentro con el Señor, que explica el sentido de las Escrituras y parte el Pan eucarístico, de hecho redescubren “el entusiasmo de la fe, el amor por la comunidad, la necesidad de comunicar la buena nueva”. De forma que el testimonio de la resurrección “se convierte para ellos en una irreprimible necesidad”.


“Que el tiempo pascual —fue el deseo final de Benedicto XVI— sea para todos la ocasión propicia para redescubrir con alegría y entusiasmo las fuentes de la fe” y para dejarse encontrar por el Resucitado, quien “camina con nosotros para guiar nuestra vida”.

Partituras de cantos católicos en www.elcancionerocatolico.blogspot.com

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Los Mandamientos


LOS MANDAMIENTOS A FONDO

PRIMER MANDAMIENTO

VIVIENDO EL SEGUNDO MANDAMIENTO

EL TERCER MANDAMIENTO: SANTIFICAR LAS FIESTAS
LA FIESTA  

CUARTO MANDAMIENTO

QUINTO MANDAMIENTO
CUESTIONES MORALES QUE SE SUSCITAN EN LA GENERACIÓN DE UNA NUEVA VIDA HASTA SU NACIMIENTO

SEXTO MANDAMIENTO
OTROS TEXTOS SOBRE SEXUALIDAD, CASTIDAD Y PUREZA

EL SEPTIMO MANDAMIENTO

OCTAVO MANDAMIENTO

NOVENO Y EL DÉCIMO MANDAMIENTOS

Fuente: www.encuentra.com

Testimonio de Conversión de Fernando Casanova, un Ex Pastor Pentecostal

Fernando Casanova fue un Ex Pastor Pentecostal.
A continuación su testimonio:

Primera Parte



Segunda Parte;




Tercera Parte



Cruzando las fronteras de la Fe

¿Por qué se hizo católico?
 
La proclamación del Dr. Fernando Casanova responde al gran tesoro que descubrió en la Iglesia Católica. No importa el tema de la ocasión, o si se trata de su testimonio, de una predicación, taller o curso, él siempre exalta la fe, doctrina, espiritualidad y moral católica.
 
El cuestionamiento principal en el proceso de conversión del reverendo Fernando Casanova fue la Eucaristía. No obstante, él es el primero en reconocer que hubo otros temas importantes con los cuales tuvo que lidiar: la excelencia y el rol de la Virgen María en la historia de la salvación, el culto a la Virgen y a los santos, el primado de San Pedro, el papado, el bautismo de infantes y el sacramento de la Confesión. Siempre, sin excepción, encontró una respuesta contundente a favor de la Iglesia Católica Romana.  
 
El Dr. Fernando Casanova reconoce que no siempre descubrió la Verdad católica por iniciativa propia, sino sin quererlo y sin procurarlo; de hecho, por mucho tiempo se resistió, pues no quería hacerse católico. 
 
Hasta que se encontró retando al Señor sometiéndome, por ejemplo, al sacramento de la Reconciliación (Confesión), y predicando en su iglesia pentecostal sobre María y la Eucaristía, y negándose a bautizar al modo protestante, y rehusándose casar a católicos, y enseñando la versión católica de la teología a los seminaristas evangélicos… y un largo etcétera. 
 
Como era de esperarse, una situación extraordinaria de conversión como esta tuvo que ser muy difícil y dolorosa, sobre todo cuando se pierde el afecto de amigos y los hermanos en la fe, y cuando se sacrifica la vocación para la que se creía llamado por Dios, pero sobre todo cuando se perjudica el matrimonio porque el cónyuge no comprende por qué su esposo decide hacerse católico, con lo antipática que les solía parecer esa Iglesia y sus prácticas.
 
Los esposos Casanova sólo platican de estas dificultades cuando participan de actividades de evangelización y formación a las que son invitados.  Este no es el lugar para versar sobre situaciones privadas tan neurálgicas.
 
Sin embargo, sí podemos aprovechar algunas líneas escritas por el Dr. Fernando Casanova sobre las razones bíblicas, teológicas y espirituales que tuvo para hacerse católico. 
 
A continuación presentamos un breve resumen de estas razones, que hemos tomado y adaptado de una conferencia que dictó Fernando en la XVI Convención de la Asociación Nacional de Sacerdotes Hispanos de los Estados Unidos, el 11 de octubre de 2005, en San Juan. 
 
En esta conferencia se enfatizó el tema de la Eucaristía, que fue la cuestión más importante en la conversión de Fernando, y luego también de su esposa.
 
 
 
El pentecostalismo y yo
 
Fui criado en la tradición pentecostal.  Nunca conocí otra experiencia de fe.  No fue difícil para nuestra familia identificar esa fe evangélica y pentecostal como la causa de nuestra excitante vida espiritual, y como razón de nuestra grata convivencia familiar.
 
Estaba tan agradecido de Dios por el orden religioso en nuestras vidas, por las nuevas oportunidades que me regaló después de haber abandonado la fe de mis padres, viviendo por algún tiempo una vida juvenil desordenada, que decidí entregarme al Señor en cuerpo y alma.  Pronto me sentí llamado por Dios a ser pastor.  Respondí enseguida.  ¡Qué mejor manera de vivir para mi Dios que trabajar para él!
 
Pero una vez involucrado en el ministerio se me develaron otras razones para querer procurar una vida espiritual cabal, más aferrada a la Escritura, dependiente de la perfecta voluntad de Dios y en sintonía con la Iglesia que él parecía haber establecido en el Nuevo Testamento.  Es que tenía que haber algo más profundo, alternativo, en línea con la intención original de Jesús y en comunión con los primeros apóstoles y con aquella Iglesia primitiva de la que me creía heredero, pero de la cual me distanciaba la realidad que comencé a percibir cuando me inauguré como ministro y pastor.
 
Al principio me entusiasmé con las propiedades liberadoras de la religiosidad pentecostal, y me adherí a ella con todo el corazón.  Cuando accedo al ministerio por convicción y vocación, me di cuenta de que arriba, en el liderato, y lejos de la buena fe del pueblo creyente, se encuentra una actitud generalizada de embaucamiento. De pronto, di al traste con la realidad: yo era parte de una ínfima minoría.  Me relacioné con otros colegas que se daban cuenta de la corrupción y de la incongruencia con el evangelio de Jesús, con la idea paulina del ministerio cristiano (cf. 2 Co 11, 4 al 12, 21) y con la vida de la Iglesia primitiva (cf. Hch 2, 42.44; 5, 40; 9, 16; 14, 22; Col 1, 24), pero mis compañeros se conformaban.
 
Tenían miedo.  Les preocupaba más su propio bienestar y sus sueldos, y terminaban haciéndose cómplices de la religiosidad sensacional tipo espectáculo.  Vi a muchos sucumbir a la fascinación de los predicadores que presentaban a la religión como un show para escapistas: una incubadora de sentimentalismo que atraía a embaucadores apegados al dinero fácil y a la fama.  Estos personajes descollaban como súper apóstoles: “¡el hombre de Dios para este tiempo!” o “el Evangelista Internacional”, de los que se resguardaban al lado de un elegante escudo de armas circundado por las palabras “Mengano Ministries”, o detrás de vistosos letreros con la foto artística del pastor y su esposa.
 
Estos personajes carismáticos se iban constituyendo en los paradigmas del nuevo ministro pentecostal, un prototipo que yo no quería emular y que rechacé con todas mis fuerzas.
 
 Profesor de teología en el seminario pentecostal
 
Se me ocurrió que podíamos volver a aquel primer cristianismo, genuino y martirial, que el movimiento pentecostal había tratado de revivir cien años atrás.  Pensé que todo sería cuestión de buena educación teológica.  Así que me fui al Colegio Bíblico Pentecostal a enseñar teología.  Este era el Seminario de mi denominación y el único colegio bíblico acreditado fuera de los Estados Unidos continentales.  Obtuve la Cátedra de Teología Sistemática que ostentó el Dr. Richard González por más de treinta años antes de retirarse.  Me sentí optimista; sentía que podía hacer algo formando a los seminaristas que ejercerían el liderato pentecostal en el futuro.
 
Tomé mi nueva responsabilidad con pasión.  Sin pausa enfaticé en la imperiosa necesidad de atender las incongruencias éticas y doctrinales.  Lo único que me movió fue el convencimiento de que teníamos que actuar conforme a la Iglesia que descubrí en la Biblia; una Iglesia apostólica (Jn 15, 16; 20, 21; Lc 22, 29-30; Mt 16, 18; Jn 10, 16; Lc 22, 32 [Jn 21, 17]; Ef 4, 11; 1 Ti 3, 1.8; 5, 17),  con autoridad (Mt 28, 18-20; Jn 20, 23; Lc 10, 16; Mt 28, 20), perpetua (Is 9, 6-7; Dan 2, 44; 7, 14; Lc 1, 32-33; Mt 7, 24; 13, 24-30; 16, 18; Jn 14, 16; Mt 28, 19-20, infalible (Jn 16, 13; 14, 26; 1 Ti 3, 15; 1 Jn 2, 27; Hch 15, 28; Mt 16, 19).  Otra idea bíblica que me martillaba la cabeza constantemente era la unidad completa (espiritual y visible) de esa Iglesia (Jn 10, 16; 17, 17-23; Ef 4, 3-6 [cf 3, 21; 4, 14]; Rm 16, 17; 1 Co 1, 10; Flp 2, 2; Rm 12, 5; Col 3, 15). Y ni se diga la contrariedad que me quitó el sueño por mucho tiempo cuando me confronté con el testimonio acerca de la Iglesia Católica de los llamados Padres de la Iglesia, en los primeros siglos de la era cristiana: San Clemente Romano (97 d.C.), San Justino Mártir (155), San Ignacio de Antioquía (165), Tertuliano (197), San Cipriano (250) y San Agustín (397), entre otros.
 
Cuando constaté el fondo eclesial de la Biblia y del cristianismo primitivo, se me comenzó a aparecer la Iglesia Católica como la verdadera Iglesia de Jesucristo.
 
Mi optimismo inicial en el Colegio Bíblico se convirtió en una profunda tristeza. Sabía que era responsable del destino eterno de muchas almas.  Sabía que un ministro mal formado o con distorsiones éticas era un peligro. La desilusión fue inminente; yo me mortificaba señalándole a todos lo que decía la Biblia, Jesucristo, sus apóstoles y los Padres de la Iglesia, y ellos insistían en suspirar por ministerios deslumbrantes, construcciones majestuosas y exposición en los medios.
 
Así que me concentré en la oración y el estudio profundo de la Biblia y la historia.  En medio de esta búsqueda se hizo evidente que el problema radicaba, a la luz de la Iglesia que constatamos en la Biblia y los Padres, en cuál de las pretendidas iglesias se encontraba la plenitud de la gracia y del conocimiento divino (cf. Mt 28, 19-20; Jn 20, 30; Ga 1, 9; Ef 1, 22; 2, 21; 1 Ts 2, 7; 2 Ts 2, 15; 1 Ti 3, 15; y 1 Jn 2, 19; 4, 6).
 
 La verdadera Iglesia de Jesucristo
 
Me mortificó ver que, a pesar de que Dios proveyó el Espíritu Santo para conducirnos a la verdad completa, al conocimiento pleno y a una relación de donación de sí mismo (Jn 16, 12-15 [Rm 8, 14-17.23-27]), lo que se podía verificar era una funesta realidad religiosa de división, de fragmentación y de oposición entre los seguidores de Jesús.  Cada vez que me fijaba en el espectro religioso de nuestro entorno pentecostal para identificar una respuesta o clave de solución, se me hacía más evidente una escandalosa realidad de relativismo religioso por la división que acusaba a nuestro Señor de mentiroso, pues él había urgido y anunciado lo contrario de su Iglesia (Jn 17, 20-26; Hch 2, 42-43; 1 Co 1, 10; Ef 4, 1-6; Etc.).  La realidad que tenía de frente me denunciaba a un montón de espíritus que aducían ser el Espíritu Santo, pero que referían a muchas verdades diversas y contradictorias entre sí.  Tuve que reconocerlo: la división entre los cristianos no sólo atentaba contra la disposición eclesial de Jesús, sino que también era la causa principal de la incredulidad (Jn 17, 21.23).
 
Aquel mundo protestante y de sectas no podía ser la Iglesia que Cristo convocó para su gloria, para remitir a su reino y señalar su verdad (¡en singular!).
 
Estaba seguro de que Jesús no se había equivocado; de que había una sola verdad que conduce a un solo Señor, y de que para mayor gloria de Dios esta verdad debe ser transmitida sin ambigüedades por una sola Iglesia (Ef 3, 21; 4, 3-6.14-15).  La evidencia bíblica, el sentido común y la historia me señalaban a la Iglesia Católica como la Iglesia de Jesucristo, la original y la única.  De hecho, ningún protestante, por más anticatólico que fuese, podía negar que la Iglesia de Jesucristo que conocemos como Católica, se mantuvo constantemente diciendo y estableciendo la verdad; sobre la Trinidad (Nicea, 325), la personalidad divina de Cristo (Efeso, 431), la divinidad del Espíritu Santo (Constantinopla, 381) y hasta sobre el canon bíblico (Cartago, 493, y Roma, 497).  En adición, todas estas verdades echaban por tierra la hipótesis anticatólica de la corrupción de la Iglesia por Constantino y el Edicto de Milán de 313.  ¡Se suponía que la Iglesia Católica se hubiera corrompido en esa fecha!
 
Vez tras vez, evidencia tras evidencia, me indicaban una realidad que me obligó a reconocer que era muy probable que la Iglesia Católica fuera la Iglesia de Jesucristo, y que era muy improbable que nuestras diversas iglesias (¡más de 30,000 en 1999!) fuesen esa única Iglesia del Señor, con todas las notas que correspondían al pueblo de Dios en el nuevo testamento.
 
 No quería hacerme católico
 
Durante este proceso de conversión resistí al catolicismo con todo lo que tenía a mi alcance.  Cuando la excelencia y la veracidad de su doctrina me alcanzaron por fin, es decir, cuando mis reservas de índole bíblico, teológico, histórico (en especial cuando caí en la cuenta de la existencia de una leyenda negra rabiosamente anticatólica) y espiritual (cuando entendí que la piedad católica, sobre todo la mariana, estaba cimentada en un sólido fundamento teológico que se gesticula y expresa a través del comportamiento y del lenguaje del amor, tal y como me conduzco cuando expreso con gestos y palabras controvertibles el amor y la pasión que siento por mi esposa [«soy sólo tuyo y de nadie más; te adoro, mi amor; eres la razón de mi vida», etc.]) se desvanecieron, opte entonces por hacerme de la vista larga y seguir sin hacer caso a la voz de mi conciencia y de mi razón: decidí continuar con mi ministerio, ocultando mis descubrimientos y tratando de demostrar que creía lo que predicaba y enseñaba.  Siento mucho admitirlo, me da vergüenza, pero la verdad es que decidí actuar en adelante como un hipócrita.  “No quiero hacerme católico, no me conviene, no me caen bien.”
 
Encuentro con la Eucaristía
 
Aceptando el reto lanzado por un fraile capuchino fui a ver una Hora Santa.  El religioso me enteró de una comunidad “muy eucarística”, que tenían exposiciones del Santísimo programadas, y que se aprestaban esa misma noche a celebrar una adoración eucarística.  Y me remitió a la parroquia Santa Bernardita, de Country Club, esa misma noche a las 7:30.
 
Quedé absorbido de inmediato por los detalles de ambientación y embellecimiento del altar, la ornamentación majestuosa del presbítero, una custodia hermosísima, incienso por el altar, luces de escenario, música sublime… y la disposición y devoción de aquellos fieles no tenían precedentes en mi memoria. 
 
Hasta que caí en la cuenta de lo que hacían: ¡adoraban un trozo de pan! 
 
Y para colmo el sacerdote le oraba con tanta seguridad y confianza, muy solemne, pero con familiaridad, similar a mis oraciones, pero él oraba con más convicción, como si de veras estuviera frente al Señor.  Ese cura, y las cerca de 200 personas que le acompañaban, estaban convencidos de que lo que estaba colocado en la custodia los escuchaba, y de que era Jesucristo.
 
Se me ocurrió que si esas personas estaban equivocadas, y yo deseaba que lo estuvieran, entonces lo que me habían enseñado de niño era cierto a fin de cuentas: los católicos son idólatras.  Durante algunos años me tuvieron a la defensiva con los temas y circunstancias que narraba al principio, pero ya no.  Era imposible que estuvieran en lo correcto.  Era increíble para mí que pensaran que adoran a Jesús y que se lo puedan comer.
 
Pero… y si están en lo correcto.  El capuchino era un joven muy inteligente y creía sin ambigüedades en la antiquísima doctrina de su Iglesia al respecto. 
 
No obstante, por alguna razón, sentía que ahora sí los había atrapado.  Había analizado el punto de vista de la crítica protestante a la Iglesia Católica en este asunto y no le encontraba posibilidad a esa idea de la presencia real y verdadera del cuerpo y la sangre de Cristo en la misa, y mucho menos en los altares para culto de adoración.  No podían tener la razón, ahora no.
 
De momento el sacerdote se levanta en procesión y comienza a ser seguido por sus acólitos.  Tenía la custodia, la llevaba en solemne desfile.  Las luces le seguían y el humo del incienso le precedía.  A medida que se acercaba se escuchó el tintineo insistente de de unas campanitas.  Y una vez más la excelente música y la voz bellísima de una joven se juntaron para cantarle a la presencia.  Cuando tuve el Santísimo como a 10 pies de distancia se me ocurrió una idea para romper de una vez por todas con el catolicismo: “Si logro demostrar fuera de toda duda razonable, por la Biblia, que esta gente esta adorando a un trozo de harina cosida, y no a Jesucristo, entonces serán en realidad unos idólatras, unos alucinados que han estado confundidos o engañados por no atenerse a la realidad de los sentidos y por desconocer las escrituras.  ¡Esto no está en la Biblia!”
 
Y retomé la Biblia para contradecir y desenmascarar la falsedad de esa práctica idolátrica.  Mi temor se convirtió en un apabullante optimismo, pues estaba seguro de que había descubierto la puerta para salir del atolladero en el cual me tuvo el catolicismo por los pasados tres años.  Tramé primero desbaratar la legitimidad de esa práctica mediante el estudio bíblico, y luego, con el entusiasmo de aquella indudable victoria sobre la idolatría católica, podría volver a encarar los otros temas que me tenían a la defensiva frente al catolicismo. 
 
Esta coyuntura fue para mí la posibilidad de lograr al menos un empate: “Si los protestantes estamos mal, ellos también, y si ambos estamos equivocados alguna salida habrá, como el agnosticismo o incluso otra religión.”  Así estaban las cosas en mi corazón.
 
 La Eucaristía según los evangélicos
 
Yo enseñaba teología sistemática en dos instituciones evangélicas y había repasado bien la noción de la Santa Cena en el ámbito de nuestras iglesias.  Nuestra celebración de la Santa Cena respondía a una idea accesoria (=adjunta, accidental) de una imagen secundaria (no esencial o determinante) del partimiento (o fracción) del pan o de la eucaristía, según la cultura religiosa que fluía en nuestra tradición de parte de los grupos wesleyanos y bautistas de los cuales salieron nuestras denominaciones pentecostales.  En consonancia con nuestra parca y escueta doctrina sobre este tema enseñábamos que la Santa Cena (o partimiento del pan o Eucaristía) era una remembranza de la cena pascual que tuvo Jesús con sus discípulos, que tenía un valor simbólico que aludía al sacrificio expiatorio de Cristo y cuya excelsitud estribaba más en el hecho de ser ordenanza (“hagan esto en recuerdo mío”) que de todo lo demás que pudiera constatarse en la Biblia, los Padres de la Iglesia y hasta en las iglesias de la Reforma protestante: «Celebramos de vez en cuando la Santa Cena porque Él lo mando como un acto simbólico (complementario [no necesario] a la predicación) de la muerte del Señor y porque ?y he aquí la gran aportación del pentecostalismo? era posible recibir un milagro de sanidad en ese momento. 
  
La Eucaristía según San Pablo
 
Este profesor creía que el único texto eucarístico importante era 1 Co 11, 23-34, pero sobre todo los versículos 23 al 26; los demás (en especial del 27 al 34) eran consideraros como una explicación de las consecuencias de referirse al símbolo de la Cena sin gozar de la plenitud de la gracia divina.  Para la celebración utilizábamos los versículos 23-26, y eran por lo tanto los que conocían nuestros fieles.  Confieso que comencé a preocuparme cuando me percaté de la ineptitud de mi tradición, de los teólogos evangélicos y de mis primeros profesores pentecostales, al no tomar en consideración textos importantes con un inequívoco sabor eucarístico.  Para comenzar, ni siquiera contábamos con una reflexión coherente de nuestros maestros y líderes con relación a las terribles consecuencias de enfermedad y muerte de 1 Co 11, 27-24 por causa del mal entendimiento de un símbolo,  de algo que según nosotros era prescindible de la sustancia y la definición pentecostal del culto cristiano.  Y otro tanto de desesperación me invadió cuando di al traste con la poca consideración que dábamos a los relatos de la institución de la Eucaristía (Mt 26, 26-29; Mc 14, 22-25; Lc 22, 19-20) ni de su sugestivo contexto pascual, ni de su trasfondo sacerdotal (Gn 14, 17-20) y soteriológico (Ex 12), y mucho menos nos habíamos enterado del consenso que siempre ha existido en la opinión de que Jn 6, 25-59 y Lc 24, 13-35 son textos eminentes que destacan un valor trascendental a la Eucaristía, o la Cena del Señor, o como hayamos querido llamarle. 
 
Pero, en cuanto a nuestro pasaje preferido de 1 Co, lo increíble es que tampoco subrayáramos su contexto literario, imposibilitando de esta manera el  descubrimiento de otros aspectos, riquezas y beneficios de la Eucaristía.  Y este contexto literario que añade significado al mencionado texto es 1 Co 10.  Este capítulo 10 sirve a la intención de Pablo de exigirle a sus lectores que frente a la mesa eucarística ellos tienen que decidirse (10, 20-21): la mesa del Señor o la mesa de los demonios.  Con esto quiere matizar que frente a este acontecimiento cumbre del culto cristiano, todos tienen que  tomar una decisión definitiva y radical. Luego, al combinarlo con el capítulo 11, pude comprender el valor de la Cena según San Pablo, al señalarla como signo de contradicción (en el capítulo 10): motivo excelente de conversión y razón de ser de una vida íntegra delante del Señor y de los hermanos, y esto, porque en este acontecimiento del partimiento del pan y de la “copa de bendición” tenemos comunión (común?unión) con el cuerpo y la sangre del Señor (10, 16). 
 
Entonces pude ir sobre el capítulo 11, en especial por los versículos enigmáticos del 27 al 31.  Tomemos el 29: dice que en esta Cena (que para mi era un recuerdo por referencia simbólica) se es juzgado por Dios si no se discierne el cuerpo y la sangre del Señor.  Este no es el lugar para discurrir sobre disquisiciones exegéticas del texto en cuestión, pero la realidad es que “discernir” (diakríno) se refiere aquí a “darse cuenta” (determinar; decidirse por la realidad de lo que está de fondo; distinguir la verdad de lo que está frente a uno) de la presencia que subyace frente a uno en la mesa del Señor.  En la antigüedad el cernidor (del verbo “cernir”) era un instrumento para separar (o para dis-cernir) el trigo de los demás componentes de la planta y de la tierra, pero también de otras plantas que podían confundirse como verdadero trigo.  El discernir con el cernidor era la acción de darse cuenta, de identificar, de establecer un juicio certero de que lo que quedó después del ejercicio discernidor fue el trigo de verdad, lo que en realidad se buscaba, lo que importaba y daba sentido a la búsqueda.  En otras palabras, el que no se da cuenta  del verdadero cuerpo (mé  diakrínon tó sóma [v. 28]) del Señor, el que no descubre esa realidad maravillosa que es Cristo mismo, se está metiendo en un grave problema que puede costarle la salud o la muerte (11, 30) ?Ahora sí tenía sentido eso de las consecuencias nefastas de enfermedad y muerte para los profanadores, es decir, para aquellos que menospreciaban, que no distinguían, que no se decidían, que no se daban cuenta del auténtico cuerpo de Cristo.  El Dios del nuevo testamento no iba a matar a alguien simplemente por haber mal interpretado un mero símbolo?.
  
La Eucaristía según San Juan
 
Lo próximo fue el capítulo 6 de San Juan, versículos 22-71.  ¡Increíble!: más de 40 versículos que versan sobre la Cena del Señor.  Un pasaje bíblico impresionante que el catolicismo utiliza para sustentar su fe inamovible en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía.
 
Las referencias anti-presencia real a las que había recurrido veían un sentido “oscuro” este capítulo, o sea, no evidente o claro, sino que la plática de Jesús a sus interlocutores incrédulos debía entenderse siempre en sentido figurado.  Una vez más se recurría al símbolo, a la Eucaristía como una representación, sólo como una referencia pedagógica tipo metáfora y cuya observancia de nuestra parte (no muy frecuente, por cierto) mostraba el grado de cumplimiento de un deseo del Señor: “hagan esto”.
 
Pero ahora, yendo sobre el pasaje en cuestión y mientras me refería a la otra cara de la moneda, es decir, cuando decidí ir sobre las palabras, escudriñándolas y tomando en serio la repercusión de la intransigencia del Señor y del empecinamiento de San Juan  evangelista, pude descubrir el verdadero sentido de Jn 6, 22-71.  
 
Lo primero que me señaló una interpretación literal de Jn 6 fue el sentido natural y recurrente de las palabras del Señor a través de todo el capítulo, de manera insistente y sin importar la resistencia de los incrédulos, ni las consecuencias para el éxito numérico de su ministerio o la reacción de sus simpatizantes (cf, 6, 2-3. 14. 22-23. 60.): “yo soy el pan vivo bajado del cielo”, “quien come de este pan vivirá para siempre”, “y el pan que voy a dar es mi carne, la cual entregaré por la vida del mundo”, “mi carne es verdadera comida… mi sangre es verdadera bebida”, “el que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él”, “el que me coma vivirá por mí”,  “si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre no tenéis vida en vosotros”, “el que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna”, etcétera.  Esta obstinación, reiterada y con tanta fuerza, no sólo desde el punto de vista de la interacción de los personajes en cuestión, sino también desde la óptica del lenguaje tenaz, gráfico, directo y sin ambigüedad de ningún tipo, se hace patente aquí en Jn 6; no hay precedente que pueda sugerir que una narrativa y diálogo como estos aludan a un entendimiento exclusivamente simbólico. 
Junto a este sentido natural y demandante que anuncia la significación literal del pasaje en cuestión, y que por lo tanto lo señala como evidencia de la presencia real de Cristo en la Santa Comunión, tenemos el hecho de que Jesús no corrige la interpretación literal de sus oyentes. Esto es importantísimo porque es harto conocido y aceptado que una característica de este evangelio es que cuando, o cada vez que el Señor es mal interpretado o mal entendido, Él siempre corrige. Siempre: 3, 5; 4,34; 7, 38-39; 21, 21-23 (y hasta en Mt 16, 6ss). Pero aquí, de manera atípica, y por lo tanto desconcertante para mí, El Jefe no corrigió, no se echó para atrás, no lo echó a votación ni les dijo que cada cual podía tener su propia idea o interpretación porque, total, somos hijos de un mismo Padre y le servimos a un mismo Dios. Algunos dirían: “¡qué falta de perspectiva democrática, y de pluralidad, y de diálogo, y de tolerancia!... ¡pero qué nivel de intransigencia, y de integrismo, y de arrogancia!... ¡no está a la altura de los tiempos, carece de enfoque histórico crítico, no es capaz de un discurso estructuralista consecuente con la mentalidad de los que no piensan como él! ¡Es un fundamentalista!” El Señor es un buen maestro y quiere que todos lleguen al conocimiento de la verdad, y por lo mismo, ahora, cuando tiene una multitud cautiva de 10 mil personas que lo seguían, se vuelve a ellos para decirles lo que él cree, lo que quiere, la verdad, de frente, duro, sin tapujos ni relativismos acomodaticios: tenían que comérselo y bebérselo.
  Lo tercero que me señaló una interpretación literal de Jn 6 fue que no encontré en toda la Biblia algún precedente que exprese a pan y vino como símbolos de cuerpo y sangre.  En efecto, lo pude corroborar: no existe ninguna referencia bíblica que proponga una comparación espacial semejante, no hay ni siquiera una sola identificación simbólica de pan y vino como cuerpo (“carne”) y sangre… ninguna, nada de nada.  Lo próximo fue el versículo 51b, que según la versión evangélica de mi Biblia Reina-Valera de 1995, decía: “y el pan que yo daré es mi carne, la cual entregaré por la vida del mundo”.  Volví a leerlo.  Lo meditaba y estudiaba, y pude así encontrar su repercusión literal ?o “literalista”, como señalábamos despectivamente a la versión católica?, a tono con todo lo que ya había desenvuelto.
Sabemos que Juan tenía una lucha acérrima en contra del gnosticismo, una herejía que circundaba la comunidad para la cual escribía y que enseñaba, entre otras cosas peligrosas para la supervivencia de la fe cristiana, que Cristo había venido en apariencia, en espíritu, porque la carne era mala (la prisión del espíritu y del alma y la coartadora de la verdadera y más conveniente divinización, que era la meta de los aventajados por una condición inherente a su superioridad espiritual).  Pensaban que el Verbo de Dios no pudo haberse manchado mediante el contacto con el principio de corruptibilidad, con la materia, con carne, en un cuerpo humano convencional, limitante, no divino.  Por lo tanto, Cristo, como Verbo encarnado, no murió en la cruz.  “Lo perfecto es eterno, espiritual, no corpóreo, no físico, no puede morir: Cristo no murió” ?El apócrifo gnóstico de Tomás dice que el Señor les hizo pensar que murió, y que comía y dormía, pero él más bien los engañaba?.  No es difícil para ninguno de nosotros suponer el riesgo que esta corriente representaba si se infiltraba y repercutía en el cristianismo, sobre todo si entendemos a este último como la expresión de la verdad de Dios que deviene a partir de la versión judía de la revelación, y que logra su cumbre y sentido total en las personas y la palabra de Jesucristo, sus apóstoles y la Iglesia  (el nuevo Israel).  Es decir, que este “detalle” de la peligrosidad gnóstica es entendible para nosotros, los que aceptamos la naturaleza judeo-cristiana de la verdad que nos condiciona y define (revelación, alianza (pacto, testamento); encarnación (a propósito, ver alusión a la encarnación del verbo de 1, 14, en 6, 41-42, y cómo los judíos que resienten el lenguaje literal de Jesús son propuestos como no elegidos [v. 43]), vida, pasión, muerte y resurrección corporal de una persona 100 por ciento Dios y 100 por ciento humano), que todos tenemos acceso a los beneficios de Dios, en y por Cristo, y no solamente unos cuantos privilegiados y sabiondos de una cierta provisión misteriosa , como aducían los gnósticos.  Pues bien, la repercusión de Jn 6, 51b es que la carne que se nos dará para comer es la misma que padeció en el Gólgota.  Y esto, teniendo presente la disyuntiva del evangelista con la herejía gnóstica.  Juan estaba muy consciente de que la carne que daría Jesús para comer no podía ser mal entendida como algo etéreo e incorpóreo, y por lo tanto tan indeterminado como un fantasma.  Juan, en línea con la predicación apostólica, pregonaba la vida humana, pasión, muerte y resurrección de un hombre de carne y hueso llamado Jesús de Nazaret.  Ése mismo es el que se da como pan, se da a sí mismo, tal real y literal como lo tenía fijado el evangelista en su mente.
Lo siguiente que me señaló una interpretación literal de Jn 6, fue la imposibilidad de encontrar en la Biblia un precedente simbólico de comer la carne y beber la sangre que fuera coherente con el relato de Jn 6, 22-71, y que pudiera fundamentar una salida alegórica a este problema ?Ya lo consideraba un gran problema y estaba muy asustado.  «La verdad católica de nuevo»?. 
Resultó que siempre que la Biblia habla simbólicamente de comerse la carne o beberse la sangre de alguien (cf. Is 49, 26; M 3, 3), implica perseguir sangrientamente o destruir a una persona o a un pueblo”.  Si era consistente con este antecedente simbólico y lo aplicaba al pasaje de Jn, tendríamos al Señor diciendo que aquellos que lo persigan, castiguen, le falten el respeto, lo injurien y lo destruyan, serán recompensados con la vida eterna (viz., 6, 50. 54.), tendrán vida en ellos (v. 53), vivirán por el Señor (v. 57) y vivirán para siempre (v. 51. 58.).  Sólo un loco podría aceptar una aplicación tan disparatada.  Entonces, una identificación simbólica de las afirmaciones comer y beber carne y sangre, tal y como aparecen en Jn 6, es imposible. 
Otro hallazgo que me señaló una interpretación literal de Jn 6, fue el cambio de verbo ocurrido en el versículo 54.  Hasta el v. 53 el Señor habla de comérselo, y para ello Juan utiliza el verbo fagéin (afagon, fáge, fagete), que es la palabra más común para designar el acto de comer, como consumir o ingerir  alimentos.  Ustedes saben que el nuevo testamento se escribió en griego koiné, y que se trata de una lengua muerta que no guarda correspondencia exacta con los idiomas que han bebido de él, como el español, por ejemplo.  Pues lo que pasa aquí es que no hay un conseguimiento preciso de este cambio de conceptos, y por eso no aparece dicho cambio en nuestras versiones modernas. 
Sin embargo, se da un cambio significativo.  Verán.  Fue en el instante más neurálgico de la discusión, cuando lo judíos lo impugnaban ?¡por última vez en el capítulo!? preguntándose “¿cómo puede éste darnos a comer su carne?, que El Jefe cambia la palabra comer, de fagéin y sus derivados, a trógon (ho trógon mou tén sarka), lo cual implica una matización mucho más radical aún que señala indudablemente un sentido literal franco e indefectible.  No me quedó más remedio que reconocer la verdad que tenía de frente: Ahora, en este preciso momento de incredulidad y de minusvalía de parte de los judíos hacia Jesús, este se atreve a cambiar, de comer o ingerir su carne, a morder, mordisquear, mascar, mascullar, roer; denota un proceso lento de carcomer, supone un énfasis perentorio en el acto de comer, como si se estuviera avanzando conscientemente en la ingestión inflexible de un alimento.  Busqué si se repetía el término en este evangelio y lo encontré en 13, 18, una vez más, en contexto eucarístico, mientras se efectuaba la última cena de Jesús con sus discípulos. Supe que me estaba metiendo en un problema.  La Eucaristía como símbolo no tenía fundamento en Jn 6. Y se me hizo patente cuando me aferré a cierta idea de los partidarios de la interpretación simbólica de Jn 6.  Me sentí tan ridículo cuando descubrí la idiotez de esa posibilidad simbólica de cierto versículo del capítulo 6 de San Juan.    
¿Y cuál era el argumento que presentaba a la Eucaristía como símbolo en jn 6?  Pues el versículo 63: “El espíritu es el que da vida; la carne no sirve de nada”. 
 
Desconcertante, ¿ah? ¿Con que el Señor a estado diciendo que su carne y su sangre son para vida eterna y comunión con el Padre y con él, y ahora se contradice para significar que su “carne no sirve de nada”?  Es insólito hasta dónde son capaces de llegar algunos para defender lo indefendible, porque cuando empecé a auscultar la opinión de algunos colegas ministros me respondían con el argumento de Zwinglio, ese de que Jesús se contradecía para decir que la carne que padecerá por nosotros y por la cual seremos alimentados para vida eterna, no vale nada, es nada, como basura, igualito que los gnósticos.  Entonces aquella herejía era la verdad, si es que son consecuentes en su interpretación y continúan con la misma apreciación de la frase “El espíritu es el que da vida”.  Esto sería incluso un intento atroz de preferir una noción heterodoxa y por lo tanto dañina, con tal de menguar un principio de literalidad como sentido correcto de un texto bíblico por el simple hecho de que no me conviene, o porque se supone que los católicos siempre estén mal.
 
Ya me había metido bastante con el evangelio de Juan y sabía a qué se refería el Señor en el versículo 63. 
 
Las palabras en cuestión se refieren a uno de dos sentidos por los cuales Juan usa sarx (carne): como sinónimo de mentalidad o actitud carnal, como una mente dominada por las cosas materiales, que juzga según los sentidos  (cf., 8, 15) ?esos sentidos que esbozábamos como lo concluyente en materia de la presencia real y la Eucaristía?, que se aferra a lo natural y por lo tanto no descubre la verdad espiritual que determina los asuntos divinos.  Por eso, lo que se devela aquí es más bien otra prueba de la noción literal de presencia real, y así  lo remacha sin duda el final del versículo 63: “Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida.”  O sea, las palabras del Señor con relación al pan de vida expresan una realidad divina que sólo el Espíritu es capaz de hacernos comprender y que por lo mismo es brote de vida eterna para los creyentes (cf., Jn 1, 33; 14, 26).
 
Tuve que reconocer que este acontecimiento que ha celebrado la Iglesia Católica por 2,000 años, con tanta fe y a un costo tan alto, supone una poderosa presencia especial de Dios.  Una presencia que tiene que producir una excelente oportunidad de conversión.  Esta oportunidad que provee Dios en la Eucaristía se constituyó para mí en una fuente reconciliación y de liberación también.   
 
Y de esta manera tuve que actuar de acuerdo a mi conciencia, convencido y poseído de esta gran verdad de la Iglesia del Señor: una, santa, católica y apostólica.  No me quedó más remedio.  Tuve que renunciar a mi ministerio.  Sufrí mucho.
 
 Otras cuestiones
 
Otros temas con los cuales tuve que lidiar fueron: la excelencia de la Virgen María y la importancia de su  rol en la historia de la salvación, el culto a Santa María y a los santos, el primado de san Pedro y la institución del papado, el bautismo de infantes y el sacramento de la Confesión.  Siempre, sin excepción, encontré una respuesta contundente a favor de la Iglesia Católica Romana.  
 
Aunque tengo que reconocer que no siempre descubrí la Verdad católica por iniciativa mía, sino sin quererlo; de hecho, por mucho tiempo me resistí, pues no quería hacerme católico. 
 
Hasta que me encontré retando al Señor sometiéndome, por ejemplo, al sacramento de la Reconciliación (Confesión), y predicando en mi iglesia pentecostal, y en otras que me invitaban como evangelista, sobre la Virgen María, y negándome a rebautizar al modo protestante, y enseñando la versión católica de la teología a nuestros seminaristas evangélicos, y un largo etcétera.   
 
 Un alto Costo
 
Sobre los inconvenientes y las crisis vocacionales, familiares y económicas sólo las platico con las comunidades que nos invitan.  Pero no debe ser difícil para nadie imaginar lo mucho que tuvimos que sufrir.
 
Y aquí me encuentro ahora, en la Iglesia de Jesucristo.  Yo hubiera preferido otro método, pero el Señor lo dispuso así.  Hay cosas que nunca comprenderé del todo.  ¿Por qué señaló a Pedro como el primero?  Juan era mejor. ¿Por qué escogió a Judas Iscariote como tesorero?  De seguro Mateo le hubiese resultado mejor, pues había sido CPA del Imperio (publicano).  ¿Por qué no hizo que la Biblia fuese suficiente?  ¿Por qué no se limitó a poner sólo gente santa, perfecta, casta y pura en Iglesia Católica para hacerme el trago menos amargo?  ¿Por qué permitió que yo sufriera la afrenta y el escarnio público por hacerme católico, si pudo haberme hecho nacer en esta Iglesia y ahorrarme problemas?  Total, lo que él quería conmigo lo pudo haber realizado comoquiera.
 
Sólo se me ocurre una explicación para todo esto: ¡ÉL ES EL SEÑOR!

Fuente: www.fernandocasanova.org

Coronilla de la Divina Misericordia

Primera Parte:

Segunda parte:

Tercera parte:

Novena a la Divina Misericordia

Haz click en el siguiente link: http://www.ewtn.com/spanish/prayers/nov-divinamis.htm


La Coronilla de la Divina Misericordia
Se utiliza un rosario común de cinco decenas.
 
1. Comenzar con un Padre Nuestro, Avemaría, y Credo.
2. Al comenzar cada decena (cuentas grandes del Padre Nuestro) decir:
"Padre Eterno, te ofrezco el Cuerpo,
la Sangre, el Alma y la Divinidad
de Tu Amadísimo Hijo,
Nuestro Señor Jesucristo,
para el perdón de nuestros
pecados y los del mundo entero."
3. En las cuentas pequeñas del Ave María:
"Por Su dolorosa Pasión,
ten misericordia de nosotros
y del mundo entero."

4. Al finalizar las cinco decenas de la coronilla se repite tres veces:
"Santo Dios, Santo Fuerte,
Santo Inmortal, ten piedad de
nosotros y del mundo entero."

Según el diario de Santa María Faustina Kowalska
"Alienta a las personas a decir la Coronilla que te he dado... Quien la recite recibirá gran misericordia a la hora de la muerte. Los sacerdotes la recomendaran a los pecadores como su último refugio de salvación. Aun si el pecador mas empedernido hubiese recitado esta Coronilla al menos una vez, recibirá la gracia de Mi infinita Misericordia. Deseo conceder gracias inimaginables a aquellos que confían en Mi Misericordia." 
"Escribe que cuando digan esta Coronilla en presencia del moribundo, Yo me pondré entre mi Padre y él, no como Justo Juez sino como Misericordioso Salvador."

Antecedentes

Una devoción especial se comenzó a esparcir por el mundo entero a partir del diario de una joven monja polaca en 1930. El mensaje no es nada nuevo, pero nos recuerda lo que la Iglesia siempre ha enseñado por medio de las Sagradas Escrituras y la tradición: que Dios es misericordioso y que perdona y que nosotros también debemos ser misericordiosos y debemos perdonar. Pero en la devoción a la Divina Misericordia este mensaje toma un enfoque poderoso que llama a las personas a un entendimiento más profundo sobre el Amor ilimitado de Dios y la disponibilidad de este Amor a todos – especialmente a los más pecadores.El mensaje y la devoción a Jesús como la Divina Misericordia esta basada en los escritos de la Santa María Faustina Kowalska, una monja polaca sin educación básica que, en obediencia a su director espiritual, escribió un diario de alrededor de 600 páginas que relatan las revelaciones que ella recibió sobre la Misericordia de Dios. Aún antes de su muerte en 1938 se comenzó a esparcir la devoción a la Divina Misericordia.
El mensaje de Misericordia es que Dios nos Ama – a todos- no importa cuan grande sean nuestras faltas. Él quiere que reconozcamos que Su Misericordia es más grande que nuestros pecados, para que nos acerquemos a Él con confianza, para que recibamos su Misericordia y la dejemos derramar sobre otros. De tal manera de que todos participemos de Su Gozo. Es un mensaje que podemos recordar tan fácilmente como un ABC.A — Pide su Misericordia. Dios quiere que nos acerquemos a Él por medio de la oración constante, arrepentidos de nuestros pecados y pidiéndole que derrame Su Misericordia sobre nosotros y sobre el mundo enteroB — Sé misericordioso – Dios quiere que recibamos Su Misericordia y que por medio de nosotros se derrame sobre los demás — Confía completamente en Jesús – Dios nos deja saber que las gracias de su Misericordia dependen de nuestra confianza. Mientras más confiemos en Jesús, más recibiremos.

La Devoción a la Divina Misericordia
Tener devoción a la Divina Misericordia requiere de una total entrega a Dios como Misericordia. Es una decisión que comprende en confiar completamente en Él, en aceptar su Misericordia con acción de gracias y de ser misericordioso como Él es Misericordioso.
Las prácticas devocionales propuestas en el diario de la Santa Faustina están en completo acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia y su raíz están firmemente en los Mensajes de los Evangelios de nuestro Señor Misericordioso. Estos propiamente comprendidos e implementados nos ayudan a crecer como genuinos seguidores de Cristo.

Corazón Misericordioso
Existen dos versos de las Escrituras que debemos tener en cuenta mientras nos involucramos en estas prácticas devocionales.
1. "Ese pueblo se me ha allegado con su boca, y me han honrado con sus labios mientras que si corazón está lejos de mí." (Is 29:13);
2. Bienaventurados los misericordiosos por que ellos alcanzarán misericordia " (Mt 5:7). Es irónico y hasta espantoso el hecho de que la mayoría de las personas religiosas de los tiempos de Cristo (personas que eran practicantes de su religión y que ansiosamente esperaban la venida del Mesías) no fueron capaces de reconocerlo cuando Él vino.
Los fariseos, a los que Cristo les hablaba en la primera cita del evangelio mencionada anteriormente, eran muy devotos a las oraciones, reglas y rituales de su religión, pero al pasar de los años, estas prácticas externas eran tan importantes por ellas mismas que su verdadero significado se había perdido. Los fariseos efectuaban todos los sacrificios requeridos, decían las oraciones correctas, ayunaban con frecuencia y hablaban constantemente sobre Dios, pero nada de esto había tocado sus corazones. Como resultado no tenían ninguna relación con Dios, ellos no estaban viviendo de la forma que Él quería y no estaban preparados para la venida de Cristo.

Cuando miramos a la imagen de nuestro Salvador Misericordioso, o dejamos lo que estamos haciendo a las tres de la tarde, o rezamos la coronilla de la Divina Misericordia – son estas cosas que nos están llevando más cerca a la verdadera vida sacramental de la Iglesia y dejamos que Cristo transforma nuestros corazones? ¿O solo se han convertido en hábitos religiosos? ¿En nuestras vidas diarias estamos convirtiéndonos más y más en personas de Misericordia? ¿O sólo estamos honrando la Misericordia de Dios con los labios? Viviendo el mensaje de la Misericordia Las prácticas devocionales reveladas a la Santa Faustina nos fueron dadas como "instrumentos de misericordia" por medio de los cuales el amor de Dios es derramado sobre todo el mundo, pero no son suficientes por sí solas. No es suficiente que nosotros colguemos la imagen de la Divina Misericordia en nuestros hogares, que recemos la Coronilla todos los días a las 3 de la tarde, y recibamos la Comunión el domingo después de la pascua. Nosotros debemos mostrarnos misericordiosos con nuestro prójimo. ¡Poner la Misericordia en acción no es una opción de la devoción a la Divina Misericordia sino un requisito!
Nuestro Señor le habla estrictamente de esto a Santa Faustina:
Exijo de ti obras de Misericordia que deben surgir del amor hacia Mí. Debes mostrar misericordia al prójimo siempre y en todas partes. No puedes dejar de hacerlo ni excusarte ni justificarte. (Diario 742).
Así como lo mandan los evangelios "Sean Misericordiosos así como su Padre en el Cielo es Misericordioso, " piden que seamos misericordiosos con nuestro prójimo "siempre y en todo lugar" parece imposible de cumplir pero el Señor asegura que es posible. " Cuando un alma se acerca a Mí con confianza, la colmo con tal abundancia de gracias que ella no puede contenerlas en sí misma, sino que las irradia sobre otras almas. " (Diario 1074)
¿Cómo irradiamos la Misericordia de Dios a nuestro prójimo? Por medio de nuestras acciones, palabras y oraciones. "En estas tres formas" Él le dice a Sor Faustina " está contenida la plenitud de la misericordia" (Diario 742) Todos hemos sido llamados a practicar estas tres formas de misericordia, pero no todos somos llamados de la misma manera. Tenemos que preguntarle al Señor, quien comprende nuestras personalidades individuales y nuestra situación, que nos ayude a reconocer las diversas formas con que podemos poner en práctica Su Misericordia en nuestras vidas diarias.
Pidiendo la Misericordia de nuestro Señor, confiando en su Misericordia, y viviendo como personas misericordiosas nos podemos asegurar que nunca escucharemos decir "Sus corazones están lejos de mí" sino más bien la hermosa promesa de " Bienaventurados los misericordiosos, ya que ellos obtendrán Misericordia".
Es nuestro deseo que ustedes continúen leyendo y volviendo a leer la información de esta página de web y que digan las oraciones, y que pongan en práctica lo anteriormente mencionado, de manera que lleguen a confiar completamente en Dios y vivan cada día inmersos en su Amor Misericordioso – cumpliendo de esta forma el mandamiento del Señor "Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos." (Mt 5:16).

Indulgencias

Decreto:
Se enriquecen con indulgencias actos de culto realizados
en honor de la Misericordia divina.

"Tu misericordia, oh Dios, no tiene límites, y es infinito el tesoro de tu bondad..."
(Oración después del himno "Te Deum") y "Oh Dios, que manifiestas especialmente tu poder con el perdón y la misericordia..." (Oración colecta del domingo XXVI del tiempo ordinario), canta humilde y fielmente la santa Madre Iglesia. En efecto, la inmensa condescendencia de Dios, tanto hacia el género humano en su conjunto como hacia cada una de las personas, resplandece de modo especial cuando el mismo Dios todopoderoso perdona los pecados y los defectos morales, y readmite paternalmente a los culpables a su amistad, que merecidamente habían perdido.
Así, los fieles son impulsados a conmemorar con íntimo afecto del alma los misterios del perdón divino y a celebrarlos con fervor, y comprenden claramente la suma conveniencia, más aún, el deber que el pueblo de Dios tiene de alabar, con formas particulares de oración, la Misericordia divina, obteniendo al mismo tiempo, después de realizar con espíritu de gratitud las obras exigidas y de cumplir las debidas condiciones, los beneficios espirituales derivados del tesoro de la Iglesia. "El misterio pascual es el culmen de esta revelación y actuación de la misericordia, que es capaz de justificar al hombre, de restablecer la justicia en el sentido del orden salvífico querido por Dios desde el principio para el hombre y, mediante el hombre, en el mundo" (Dives in misericordia, 7).
La Misericordia divina realmente sabe perdonar incluso los pecados más graves, pero al hacerlo impulsa a los fieles a sentir un dolor sobrenatural, no meramente psicológico, de sus propios pecados, de forma que, siempre con la ayuda de la gracia divina, hagan un firme propósito de no volver a pecar. Esas disposiciones del alma consiguen efectivamente el perdón de los pecados mortales cuando el fiel recibe con fruto el sacramento de la penitencia o se arrepiente de los mismos mediante un acto de caridad perfecta y de dolor perfecto, con el propósito de acudir cuanto antes al mismo sacramento de la penitencia. En efecto, nuestro Señor Jesucristo, en la parábola del hijo pródigo, nos enseña que el pecador debe confesar su miseria ante Dios, diciendo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de llamarme hijo tuyo" (Lc 15, 18-19), percibiendo que ello es obra de Dios: "Estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado" (Lc 15, 32).
Por eso, con próvida solicitud pastoral, el Sumo Pontífice Juan Pablo II, para imprimir en el alma de los fieles estos preceptos y enseñanzas de la fe cristiana, impulsado por la dulce consideración del Padre de las misericordias, ha querido que el segundo domingo de Pascua se dedique a recordar con especial devoción estos dones de la gracia, atribuyendo a ese domingo la denominación de "Domingo de la Misericordia divina" (cf. Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos, decreto Misericors et miserator, 5 de mayo de 2000).
El evangelio del segundo domingo de Pascua narra las maravillas realizadas por nuestro Señor Jesucristo el día mismo de la Resurrección en la primera aparición pública: "Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: "La paz con vosotros". Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: "La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío". Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos"" (Jn 20, 19-23).
Para hacer que los fieles vivan con intensa piedad esta celebración, el mismo Sumo Pontífice ha establecido que el citado domingo se enriquezca con la indulgencia plenaria, como se indicará más abajo, para que los fieles reciban con más abundancia el don de la consolación del Espíritu Santo, y cultiven así una creciente caridad hacia Dios y hacia el prójimo, y, una vez obtenido de Dios el perdón de sus pecados, ellos a su vez perdonen generosamente a sus hermanos.
De esta forma, los fieles vivirán con más perfección el espíritu del Evangelio, acogiendo en sí la renovación ilustrada e introducida por el concilio ecuménico Vaticano II: "Los cristianos, recordando la palabra del Señor "En esto conocerán que sois mis discípulos, si os amáis unos a otros" (Jn 13, 35), nada pueden desear más ardientemente que servir cada vez más generosa y eficazmente a los hombres del mundo actual. (...) Quiere el Padre que en todos los hombres reconozcamos y amemos eficazmente a Cristo, nuestro hermano, tanto de palabra como de obra" (Gaudium et spes, 93).
Por eso, el Sumo Pontífice, animado por un ardiente deseo de fomentar al máximo en el pueblo cristiano estos sentimientos de piedad hacia la Misericordia divina, por los abundantísimos frutos espirituales que de ello pueden esperarse, en la audiencia concedida el día 13 de junio de 2002 a los infrascritos responsables de la Penitenciaría apostólica, se ha dignado otorgar indulgencias en los términos siguientes:
Se concede la indulgencia plenaria, con las condiciones habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Sumo Pontífice) al fiel que, en el domingo segundo de Pascua, llamado de la Misericordia divina, en cualquier iglesia u oratorio, con espíritu totalmente alejado del afecto a todo pecado, incluso venial, participe en actos de piedad realizados en honor de la Misericordia divina, o al menos rece, en presencia del santísimo sacramento de la Eucaristía, públicamente expuesto o conservado en el Sagrario, el Padrenuestro y el Credo, añadiendo una invocación piadosa al Señor Jesús misericordioso (por ejemplo, "Jesús misericordioso, confío en ti"). Se concede la indulgencia parcial al fiel que, al menos con corazón contrito, eleve al Señor Jesús misericordioso una de las invocaciones piadosas legítimamente aprobadas.
Además, los navegantes, que cumplen su deber en la inmensa extensión del mar; los innumerables hermanos a quienes los desastres de la guerra, las vicisitudes políticas, la inclemencia de los lugares y otras causas parecidas han alejado de su patria; los enfermos y quienes les asisten, y todos los que por justa causa no pueden abandonar su casa o desempeñan una actividad impostergable en beneficio de la comunidad, podrán conseguir la indulgencia plenaria en el domingo de la Misericordia divina si con total rechazo de cualquier pecado, como se ha dicho antes, y con la intención de cumplir, en cuanto sea posible, las tres condiciones habituales, rezan, frente a una piadosa imagen de nuestro Señor Jesús misericordioso, el Padrenuestro y el Credo, añadiendo una invocación piadosa al Señor Jesús misericordioso (por ejemplo, "Jesús misericordioso, confío en ti").
Si ni siquiera eso se pudiera hacer, en ese mismo día podrán obtener la indulgencia plenaria los que se unan con la intención a los que realizan del modo ordinario la obra prescrita para la indulgencia y ofrecen a Dios misericordioso una oración y a la vez los sufrimientos de su enfermedad y las molestias de su vida, teniendo también ellos el propósito de cumplir, en cuanto les sea posible, las tres condiciones prescritas para lucrar la indulgencia plenaria.
Los sacerdotes que desempeñan el ministerio pastoral, sobre todo los párrocos, informen oportunamente a sus fieles acerca de esta saludable disposición de la Iglesia, préstense con espíritu pronto y generoso a escuchar sus confesiones, y en el domingo de la Misericordia divina, después de la celebración de la santa misa o de las vísperas, o durante un acto de piedad en honor de la Misericordia divina, dirijan, con la dignidad propia del rito, el rezo de las oraciones antes indicadas; por último, dado que son "Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia" (Mt 5, 7), al impartir la catequesis impulsen a los fieles a hacer con la mayor frecuencia posible obras de caridad o de misericordia, siguiendo el ejemplo y el mandato de Jesucristo, como se indica en la segunda concesión general del "Enchiridion Indulgentiarum".
Este decreto tiene vigor perpetuo. No obstante cualquier disposición contraria.
Dado en Roma, en la sede de la Penitenciaría apostólica, el 29 de junio de 2002, en la solemnidad de San Pedro y San Pablo, apóstoles.

Luigi DE MAGISTRIS
Arzobispo titular de Nova
Pro-penitenciario mayor

Gianfranco GIROTTI
, o.f.m. conv.
Regente

La Imagen

Elena Kowalska, nació en Glogowiec en 1905, cerca de Cracovia, en Polonia. Unas pocas semanas antes de su vigésimo cumpleaños, entró a la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de Misericordia, adoptando el nombre María Faustina. En 1928 tomó los votos definitivos como monja.

El comienzo de la devoción a la Divina Misericordia
El 22 de Febrero de 1931, tuvo una visión de Jesús en el pueblo de Plock, Polonia. Sor Faustina relata en su diario lo que Nuestro Señor le dijo de esta manera:
"Pinte una imagen de acuerdo a esta visión, con las palabras 'Jesús, en Vos confío' Yo deseo que esta imagen sea venerada, primero en tu capilla y luego en el mundo entero."
"Yo prometo que, el alma que venere esta imagen, no perecerá. También prometo victoria sobre sus enemigos aquí en la tierra, especialmente a la hora de la muerte. Yo mismo la defenderé con mi propia Gloria."
"Los dos rayos indican Agua y Sangre. El rayo pálido significa el Agua que hace las almas justas. El rayo rojo significa la Sangre que es la vida de las almas."
"Estos dos rayos salieron de las profundidades de Mi tierna Misericordia, cuando Mi corazón agonizado fue abierto por la lanza en la Cruz."
A partir de 1931, Faustina, tuvo una serie de revelaciones de Jesús. Todas ellas las escribió en su diario de más de 600 páginas. Durante casi 20 años, estuvo prohibida la devoción a la Divina Misericordia. Desde el 15 de abril de 1978, la Santa Sede permitió la práctica de esta devoción.
Sor Faustina murió de tuberculosis, el 5 de octubre de 1938, en Cracovia. Sus restos mortales yacen en la capilla del convento bajo la milagrosa imagen de la Divina Misericordia, fue beatificada el 18 de abril de 1993 y canonizada el 30 de abril del 2000 por S. S. Juan Pablo II.
Extractos de los Mensajes de Nuestro Señor, según algunos extractos del diario de Santa Faustina

Sobre la Imagen.
"Ofrezco a los hombres la vasija con la que han de seguir viniendo a la fuente de la misericordia para recoger las gracias. Esa vasija es esta imagen con la firma: Jesús, en Vos confío"

Sobre la Coronilla.
"Alienta a las personas a recitar la Coronilla que te he dado... Quien la recite, recibirá gran misericordia a su hora de la muerte. Los sacerdotes la recomendaran a los pecadores como su último refugio de salvación. Aún si el pecador mas empedernido recite esta Coronilla al menos una vez, recibirá la gracia de Mi infinita Misericordia. Deseo conceder gracias inimaginables a aquellos que confían en Mi Misericordia."
"Escribe que cuando reciten esta Coronilla en presencia del moribundo, Yo me pondré entre mi Padre y el, no como Justo Juez sino como Salvador Misericordioso."

Sobre la Festividad.
"Yo quiero que esta imagen sea solemnemente bendecida el primer domingo después de Pascua; ese domingo ha de ser la Fiesta de Mi Misericordia."
"En aquel día están abiertas las entrañas de Mi Misericordia. Derramaré un mar entero de gracias sobre las almas que se acercan al manantial de Mi misericordia; el alma que se confiese [dentro de ocho días antes o después] y comulgue [el mismo día] obtendrá la remisión total de culpas y castigos"

La Hora de la Misericordia (Las Tres de la Tarde)
"Te recuerdo, hija mía, que tan pronto como suene el reloj a las tres de la tarde, te sumerjas completamente en mi Misericordia, adorándola y glorificándola; invoca su omnipotencia para todo el mundo, y particularmente para los pobres pecadores; porque en ese momento la Misericordia se abrió ampliamente para cada alma."
"A la hora de las tres imploren Mi misericordia, especialmente por los pecadores; y aunque sea por un brevísimo momento, sumérgete en Mi Pasión, especialmente en Mi desamparo en momento de agonía. Esta es la hora de gran misericordia para el mundo entero. Te permitiré entrar dentro de Mi tristeza mortal. En esta hora, no le rehusare nada al alma que me lo pida por los méritos de Mi Pasión."

Sobre la Novena.
"Deseo que durante esos nueve días traigas almas a la fuente de Mi misericordia, que de allí podrán tomar fuerza y consuelo y cualquier gracia que necesiten en las adversidades de la vida, especialmente en la hora de la muerte."


La fiesta


Durante el transcurso de las revelaciones de Jesús a la hermana Faustina sobre la Divina Misericordia Él le pidió en diversas ocasiones que se dedicara una fiesta a la Divina Misericordia y que esta fiesta fuera celebrada el domingo después de la Pascua. Los textos litúrgicos de ese día, el segundo domingo de Pascua, son concernientes a la institución del Sacramento de Penitencia, el Tribunal de la Divina Misericordia, de manera que van perfectamente con las peticiones de nuestro Señor. Esta fiesta ya ha sido otorgada a la nación de Polonia, al igual que es celebrada en la Ciudad del Vaticano. La canonización de la hermana Faustina el 30 de abril 2000 representa el respaldo más grande que la Iglesia le puede dar a una revelación privada, un acto de infalibilidad Papal proclamando la segura santidad de la mística.


De hecho el día de la canonización de Sor Faustina esta fiesta se extendió a lo largo de la Iglesia universal. Sobre esta fiesta dijo Jesús:


"Quien se acerque ese día a la Fuente de Vida, recibirá el perdón total de las culpas y de las penas." (Diario 300).


"Quiero que la imagen sea bendecida solemnemente el primer domingo después de Pascua y que se le venere públicamente para que cada alma pueda saber de ella. " (Diario 341)


"Esta fiesta ha salido de las entrañas de Mi misericordia y está confirmada en el abismo de Mis gracias." (Diario 420)


"Una vez, oí estas palabras: Hija Mía, habla al mundo entero de la inconcebible misericordia Mía. Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores. Ese día están abiertas las entrañas de Mi misericordia. Derramo todo un mar de gracias sobre las almas que se acercan al manantial de Mí misericordia. El alma que se confiese y reciba la Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas. En ese día están abiertas todas las compuertas divinas a través de las cuales fluyen las gracias. Que ningún alma tema acercarse a Mí, aunque sus pecados sean como escarlata. Mi misericordia es tan grande que en toda la eternidad no la penetrará ningún intelecto humano ni angélico. Todo lo que existe ha salido de las entrañas de Mi misericordia. Cada alma respecto a mí, por toda la eternidad meditará Mi amor y Mi misericordia. La Fiesta de la Misericordia ha salido de Mis entrañas, deseo que se celebre solamente el primer domingo después de la Pascua. La humanidad no conocerá paz hasta que se dirija a la Fuente de Mi misericordia." (Diario 699)


"Sí, el primer domingo después de la Pascua es la Fiesta de la Misericordia, pero también debe estar presente la acción y pido se rinda culto a Mi Misericordia con la solemne celebración de esta Fiesta y con el culto a la imagen que ha sido pintada." (Diario 742)


"Deseo conceder el perdón total a las almas que se acerquen a la confesión y reciban la Santa Comunión el día de la Fiesta de Mi Misericordia." (Diario 1109)


Podemos apreciar de estos extractos que Nuestro Señor desea que durante la celebración de esta fiesta se incluye la veneración solemne y pública de la imagen de la Divina Misericordia por parte de la Iglesia, como así desea además la veneración individual de cada uno de nosotros. La gran promesa para cada alma es que un acto devocional de penitencia sacramental y comunión obtendrán para esa alma la plenitud de la Divina Misericordia en la fiesta.


El Cardenal de Cracovia, Cardenal Macharski cuya diócesis es el centro donde se esparció la devoción y fue el patrocinador de la Causa de Sor Faustina, escribió que debemos utilizar la cuaresma como una preparación para la fiesta y confesarnos aún antes de la Semana Santa!. De modo que está claro que los requisitos de confesión no tienen que cumplirse el mismo día de la fiesta. Esto sería una carga imposible para el clero. Los requisitos de la comunión pueden ser cumplidos fácilmente en ese mismo día ya que es día de obligación siendo un Domingo. Solamente necesitaríamos confesarnos otra vez, si este sacramento se recibió temprano en la cuaresma o en la Pascua, o si estamos en pecado mortal en el día de la fiesta.




 

Los últimos tiempos





¿Por qué Cristo le dio énfasis en estos tiempos a una doctrina, La Divina Misericordia, que ha sido parte del patrimonio de la Fe desde el principio, así como pedir una nueva expresión devocional y litúrgica de ella? En las revelaciones de Sor Faustina Jesús responde esta pregunta, conectándola a otra doctrina, a la que también se le da poca importancia, esta es la de la Segunda Venida. En los Evangelios el Señor nos muestra como su primera venida fue en humildad, como un Servidor, para liberar al mundo del pecado. Sin embargo, Él promete regresar en gloria a juzgar al mundo en el amor, como claramente lo dice en su discurso del Reino en los capítulos 13 y 25 de Mateo. Entre estas dos venidas tenemos el final de los tiempos o la era de la Iglesia, en la que la Iglesia ministra le reconciliación hasta el gran y terrible Día del Señor, el día de la Justicia Divina. Todo católico debe estar familiarizado con las enseñanzas de la Iglesia con respecto a este tema, contenido en los párrafos 668 y 679 del Catecismo de la Iglesia Católica. Solo en el contexto de una revelación pública como es enseñado por el Magisterio podemos situar las palabras de la revelación privada dada a Sor Faustina.


"Prepararás al mundo para Mí última venida." (Diario 429)


"Habla al mundo de mi Misericordia….Es señal de los últimos tiempos después de ella vendrá el día de la justicia. Todavía queda tiempo que recurran, pues, a la Fuente de Mi Misericordia." (Diario 848)


"Habla a las almas de esta gran misericordia Mía, porque está cercano el día terrible, el día de Mi justicia." (Diario 965)


"Estoy prolongándoles el tiempo de la misericordia, pero ay de ellos si no reconocen este tiempo de Mi visita." (Diario 1160)


Antes del Día de la justicia envío el día de la misericordia". (Diario 1588)


"Quien no quiera pasar por la puerta de Mi misericordia, tiene que pasar por la puerta de Mi justicia". (Diario 1146)


Además de estas palabras de Nuestro Señor la hermana Faustina nos da las palabras de la Madre de Misericordia, la Santísima Virgen María.


"Tu debes hablar al mundo de su gran misericordia y preparar al mundo para su segunda venida. Él vendrá, no como una Salvador Misericordioso, sino como un Juez Justo. Oh que terrible es ese día. Establecido está ya es el día de la justicia, el día de la ira divina. Los ángeles tiemblan ante este día. Habla a las almas de esa gran misericordia, mientras sea aún el tiempo para conceder la misericordia." (Diario 635)


Está claro, que, como en el mensaje de Fátima, la urgencia aquí es la urgencia del Evangelio, "arrepiéntanse y crean". El tiempo exacto es del Señor. Sin embargo, es también claro que hemos alcanzado una etapa crítica de los últimos tiempos que comenzaron con el nacimiento de la Iglesia. Por esto el Papa Juan Pablo II se refirió a "una función especial" asignada a él por Dios "en la presente situación del hombre, la Iglesia y del mundo" en la consagración de 1981 del Santuario del Amor Misericordioso en Collevalenza, Italia. En su encíclica sobre el Padre, él nos urge a "implorar la Misericordia de Dios para la humanidad en estos tiempos de la historia…para suplicar por ella en estos tiempos difíciles y críticos de la historia de la Iglesia y del mundo mientras nos acercamos al final del segundo milenio." (Eníclica Rico en Misericordia 15)


Fuente: www.ewtn.com

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